El misterio de la vida se revela cuando nos sumergimos en su flujo constante.

No es un enigma a resolver con la mente, sino una realidad profunda que debe ser experimentada en su plenitud.

Para comprenderlo, debemos abandonar la rigidez de la razón y fluir en armonía con el propio proceso de existencia.

Es al caminar en este flujo que descubrimos su belleza y nos encontramos con nuestra propia transformación.